Escribió Lawrence Darrell que los viajes, como los artistas, nacen, no se hacen. He aquí la prueba: Finca el Azahar en Trujillo, exuda arte, es durrelliana (bellísima por tanto) y surgió de un anhelado viaje de vuelta. Una Ítaca extremeña.
POR DAVID MORALEJO
18 de septiembre de 2023
Diego Martínez
Finca El Azahar, Finca El Azahar… Cuando, cavilando la frase pimpante que rubrique el titular de estas líneas, solo te sale plagiar a Terenci Moix -o sea, hacer tuyos El amargo don de la belleza, No digas que fue un sueño, zas- o acaso robarle citas a Lawrence Durrell (alguna también a Gerald), resulta evidente que pretendes epatar tanto como el lugar te ha epatado a ti. Sigues estrujando neuronas y peor aún: por tu cabeza se cruzan Kavafis y Delibes y el runrún deviene en moviola entre Los juncos salvajes, algún cuento de Rohmer (qué narices, los cuatro) y hasta El espíritu de la colmena.
Suelos recuperados y estufa antigua en la suite de Finca Ll Azahar, Trujillo. Diego Martínez
Todo este vaivén literario y cinematográfico alberga la vana intención de compartir (con el lector y con uno mismo) el descubrimiento de un lugar pletórico de simplicidad, que en nada deslumbra porque nada refulge (quizá por eso es) y que se sitúa en las antípodas de otros lujos más afines a Condé Nast TrQveler a lo que aquí solemos narrar. Llegados a este punto abrimos ya el melón: ¿qué es el lujo? ¿Cómo calzar la palabra “lujo” en Finca El Azahar cuando nada hay en este modesto hotel que lo refleje stricto sensu? Vamos a ver si desenredamos tal embrollo sin tanta literatura ni pájaros en la cabeza. Aunque pájaros verás y escucharás. Por bandadas.
¿POR QUÉ RESERVAR?
O mejor dicho: cómo reservar. Porque Finca El Azahar nació mutante y crece poliédrica. Es hotelito rural al uso, sí, con cinco amplias habitaciones, piscina, olivos y almendros por doquier, desayunos generosos, precios contenidos y un enclave fetén, a dos horas clavadas de Madrid y solo doce minutos de la monumental Trujillo.
Donde Gladiator y Juego de Tronos, eso es.
Pero es que la propiedad también se puede alquilar entera (para diez adultos y once niños como máximo) mientras sus propietarios, los Trafford -en ellos nos detendremos enseguida- le insuflan arte, cultura y vida (mucha) para convertirla en residencia artística y lugar de encuentro de gentes diversas. La primera residencia ya está en marcha y unirá DocLisboa, el festival internacional de cine de la capital portuguesa, con Márgenes, su cita hermana en Madrid, dedicada también a realizadores emergentes y producciones independientes.
Thomas Trajford, Fátima de Burnay y Nathalie Trajford en Finca el Azahar, Trujill0. Diego Martínez
LA HISTORIA
Fue en 2O19 cuando Nathalie Trafford, productora de cine e hija de Carmen Giménez (tótem absoluto del arte contemporáneo español, primera directora del Reina Sofía, impulsora clave del Guggenheim de Bilbao y del Picasso de Málaga y en fin, que si nos detenemos en su colosal curriculum ya no salimos), compró esta finca como se compran muchas cosas hoy: dispuesta a cumplir su sueño de vivir en Extremadura y tras encontrarla en Google. Clic. La magia del lugar, este azar del Azahar, vendría después y con ella, por ella. Porque Nathalie, que nació en Chile y creció en Madrid hasta que a los 19 años se instaló en París, hace tiempo decidió que debía volver. Volver, en mayúsculas, a lo Almodóvar. Y el destino la trajo aquí. El Aza(ha)r.
En esta finca agrícola rebosante de olivos, almendros y alcornoques comenzó Nathalie a escribir el guion de una nueva vida junto a su familia. Uno de sus hijos, Thomas, también trotamundos, DJ en Berlín, mente inquieta y experto en relaciones internacionales tras sus estudios en Washington DC, está centrado hoy en desarrollar aquí su pasión por la permacultura, la agricultura orgánica y la elaboración de vinos naturales. Pero“work in progress”, nos dice con una sonrisa. Suyas son las tareas del huerto, que combina con el marketing y la comunicación del proyecto.
Suite principal en Finca El Azahar, Trujillo. Diego Martínez
Sin dejar de lado la producción -su más reciente trabajo ha sido En la alcoba del sultán, de Javier Rebollo y con el esperadísimo regreso de Pilar López de Ayala-, Nathalie se puso eso, manos a la obra para dar forma a una película sin atisbo de ficción. Y aquí es donde entra en escena la siguiente en concordia: Fátima de Burnay. Si te gustan los sombreros la recordarás porque durante largo tiempo se dedicó a diseíiar los más bonitos, locos y bohemios de Madrid. En la actualidad su talento creativo se mueve entre ilustraciones, colaboraciones con firmas como Güell LaMadrid y Paco Pintón y pinturas. De hecho, algunas las verás en las paredes de la casa, pero Nathalie la quiso también como interiorista y más (y mejor): como alma inseparable de Finca El Azahar. Match Point.
EL HOTEL
Un lagar del siglo XIX rodeado por ocho hectáreas de olivos, almendros, granados, higueras, ciruelos y naranjos, además de viñedos y una vista que no termina nunca. El primer golpe de efecto en Finca El Azahar es este y no es poco, pero es que luego hay más: Fátima se encargó de convertir las diez habitaciones originales del alojamiento en cinco, amén de una amplia cocina, un comedor sencillo y luminoso y un gran salón presidido por el viejo lagar en el que una mesa de madera bajo un ventanal cuajado de olivos hace sospechar sobremesas infinitas.
Habitación NO3 en Finca El Azahar, Trujillo Diego Martínez
Todo parece que ya estaba ahí pero no, fue cosa de Fátima junto a Nathalie y es indisoluble de su manera de pensar y vivir: un collage perfecto de piezas compradas en anticuarios portugueses -el vínculo de ambas con Portugal es patente y deja claro (al fin) que Extremadura es nuestro Alentejo, con el mismo Tajo serpenteando acá y allá-, suelos hidráulicos, chimeneas, puertas y azulejos recuperados, alfombras de yute, libros, libros por doquier, pinturas de artistas amigos y pequeños detalles – ilustraciones, grabados, ramos de lavanda- que subliman la feliz sensación de la casa de pueblo. De Volver. Otra vez.
No hay mucho más que contar. Bueno, podríamos contar gallinas porque hay unas cuantas, ovejas no pero sí cabras, una pandilla de burros, algún que otro gato y, si levantas la vista, pájaros y más pájaros. Atención, amigos de la ornitología: buitres leonados, buitres negros, alimoches, águilas imperiales, reales y culebreras, azores, búhos reales, golondrinas comunes, cigüeñas negras, avutardas y grullas se dejan ver y oír por estos lares durante diferentes épocas del aíío. Pregunta y te ayudarán a organizar rutas junto a expertos. Contemplar el cielo también cuenta como actividad porque las noches aquí lucen cuajadas de estrellas.
Chimenea recuperada en una de las hDbitDciones, Finca El Azahar, Trujill0. Diego Martínez
GASTRONOMÍA
Nos cuentan Nathalie y Thomas que las ideas culinarias se agolpan sobre el mantel, pero de momento van con calma, perfilando las propuestas que mejor puedan adaptarse a los clientes. Si reservas una habitación tendrás el desayuno incluido, ese que Laura, encargada del día a día en la casa, prepara con primor y productos de la zona: zumo de temporada (qué maravilla el que tomamos de sandía), fruta cortada, pan de Trujillo, patatera -el famoso embutido cacereño de papada de cerdo ibérico y patata cocida-, quesos y, cómo no, aceite de oliva elaborado en la finca con variedad manzanilla. Para las cenas cuentan con el apoyo de un catering cercano si lo reservas el día antes, pero Nathalie y Thomas cocinan también e incluso planean contar con la visita de cocineros invitados como Matias Ehrsam Aranalde, que ya ha estado por aquí ofreciendo platillos de inspiración mexicana creados con las verduras del huerto.
A mediodía ofrecen un pícnic para quienes no quieran moverse de la piscina o prefieran algo frugal. En el caso de que alquiles la casa completa no tendrás el servicio de desayuno incluido, pero sí una fenomenal cocina equipada con todo lo necesario. También puedes encargar paellas u organizar una barbacoa (excepto en los meses de verano, que se veta para evitar incendios).
El desayuno, preparado con mimo y productos de la zona. Diego Martínez
¿El objetivo final a medio plazo? Que prácticamente el 100% de los alimentos se produzcan en la finca o lleguen de proveedores cercanos. “Me gusta mucho pensar que lo que Thomas está haciendo en el huerto crea un conjunto, que todos los puntos se van conectando en El Azahar”, resume Nathalie.
BIENESTAR
No se nos ocurre mayor bienestar que el que procura despertar ante un mar de olivos, con el kikiriki de un gallo y entre paredes repletas de libros y revistas viejas. Qué placer hojear un número antiguo de la icónica Domus, empaparte de diseño y arquitectura mientras los rayos del sol crean nuevas geometrías sobre las bóvedas ojivales y los mosaicos hidráulicos de la habitación. Menuda peli bonita.
Pero en El Azahar se otea otro camino que pronto recorrerán, pues tienen previsto que las residencias artísticas alcancen otros ámbitos como el yoga, la artesanía, la gastronomía, la escritura… Y en este punto es de rigor citar a la pareja de Fátima, Ray Loriga, quien hace mil dejó de arrastrar ese “maldito” que le colgó tanta prensa para convertirse en bendito hacedor de algunas de las más descomunales novelas de la narrativa española. La más reciente (y tan de obligada lectura como que aquí va el link para que la compres ya), Cualquier verano es un final, huele a El Azahar porque algo de estos lares tiene (mucho). Siempre habrá buena literatura en esta casa y ojalá que la sombra de Ray sea en esto alargada.
Sol, flores y cielo en Finca Ll Azahar, Trujillo. Diego Martínez
SOSTENIBILIDAD Y ACCESIBILIDAD
Cuando hablamos de sostenibilidad y respeto al medio ambiente es Fátima quien toma veloz la palabra: “Queremos que los huéspedes comprendan que esto es una casa de campo, que el agua procede de un pozo y se trata de un recurso muy preciado, más en los tiempos que corren, así que debemos utilizarla con cabeza”.
No verás aquí aire acondicionado “porque los grandes muros de piedra son el mejor termorregulador, toda la vida ha sido así en el campo y los pueblos. Damos fe de que en las noches de verano es suficiente con dejar que entre la brisa por las ventanas y poner el ventilador”. Thomas aíiade que para el sistema de calefacción y las estufas utilizan biomasa en pellets.
Aunque las habitaciones de la planta baja son accesibles, pregunta según tus necesidades porque se trata de una construcción antigua que puede tener algunos obstáculos.
EL DETALLE
Fueron largas las charlas durante nuestra visita, largas las sobremesas y largo el divagar sobre lo humano y lo divino alrededor de la cocina. Mucho se ha quedado en el tintero porque entendemos que cada cual debe vivir su propia aventura. Pero es de rigor dejar escrito un aviso a navegantes: El Azahar no es para quien busque
domótica, duchas de lluvia infinita y desayunos buffet con cartas rebosantes de zumos detox. El Azahar va de camas sencillas con blanquísimas sábanas de algodón portugués, flores frescas en un viejo jarrón, pan con aceite, mañanas de lectura y tardes de caminar sin rumbo a ver qué pasa, a ver qué hay. El Azahar, en fin, va un poco de esto que le hemos robado a Lawrence Durrell:
Journeys, like artists, are born and not made. A thousand differing circumstances contribute to them, few ofthem willed or determined by the will – whatever we may think. They flomer spontaneously out ofthe demande ofour nQtures – and the best ofthem lead us not only outmards in space, but inwards as well. “Los viajes, como los artistas, nacen, no se hacen. A ellos contribuyen mil circunstancias diferentes, pocas de ellas deseadas o determinadas por la voluntad más allá de lo que podamos pensar. Surgen de forma espontánea a partir de las exigencias de nuestra naturaleza y los mejores de ellos nos conducen no solo hacia el mundo exterior, también hacia el interior”). Lawrence Darrell
Las cortinas de canutillo, qué gran invento. Finca El Azahar, Trujillo. Diego Martínez